PortadaYucatán

La mujer maya, con asombrosa capacidad de recuperación

Doña Alejandra no lo sabe, pero ella es ejemplo de la resiliencia que tienen las mujeres mayas de Yucatán.

A lo largo de sus 63 años se ha enfrentado a las más variadas adversidades, y pese a ello todavía se da tiempo de vivir feliz.

En su entorno para ella no hay nada imposible, no se asusta ante nuevos retos, y es capaz de recomponerse hasta de problemas que a otros los dejarían planchados para toda la vida.

En psicología se define resiliencia como la capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas como la muerte de un ser querido, un accidente, etcétera.

Alejandra tenía 19 años cuando su esposo le propinó una golpiza que le causó varias lesiones. Más por vergüenza que por resignación, no informó de lo sucedido a su familia, pero la noticia llegó hasta su padre en Umán, que no dudó en trasladarse a Mérida para meter a la cárcel al marido golpeador.

«Ya lo metí al bote», le dijo su padre. «Ahí quiero ver que al rato lo vayas a sacar».

Alejandra sí fue a la cárcel y le otorgó el perdón, pero le dijo que ya no quería saber nada de él.

«Pero no te voy a pasar manuteción», le gritó el individuo.

«No te estoy pidiendo dinero», le dijo la brava mujer yucateca. «Te estoy pidiendo que desaparezcas de mi vida».

Y así fue, el sujeto se desentendió de sus dos hijos pequeños, dos niños a los que Alejandra creció sola, trabajando día noche hasta que otro hombre se cruzó en su camino.

Trabajando juntos poco a poco empezaron a prosperar, aunque Alejandra era la que más trabajaba día y noche.

De esa unión nacieron dos niñas y todo iba bien, incluso llegaron a tener una cocina económica y tienda, hasta que el hombre, seducido por otra mujer, emprendió el vuelo y se llevó todo: mercancía de la tienda, enseres domésticos y hasta un vehículo que entre los dos habían comprado.

Igual que el anterior, se desentendió de sus hijas, y entonces Alejandra tuvo que trabajar más, ahora para mantener a cuatro hijos.

Con sus hijos ya crecidos e incluso ya con nietos, en sus años otoñales decidió darle una nueva oportunidad al amor, pero igual que los anteriores le «salió malo».

Al principio todo iba bien hasta que el individuo dejó de trabajar y prácticamente se volvió un mantenido. No pasó mucho tiempo para que Alejandra le dijera adiós, según platica ella misma con esa capacidad de recomposición que asombra.

Cuando relata su azarosa vida no hay ningún asomo de rencor. Simplemente lo cuenta como algo que sucedió y ya. Por eso Alejandra, aunque no lo sabe, es uno de los mejores ejemplos de la resiliencia que tienen las mujeres mayas de Yucatán.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *