Con juego de ajedrez en miniatura promueven la defensa de las aves endémicas
MÉRIDA.- A golpe de picotazos, aleteos, trinos, policromos plumajes, vuelos majestuosos y vertiginosos revoloteos a ritmo de relámpago, sobre un tablero de ajedrez se refleja una escena única. Es arte en miniatura que, como los sonidos del silencio, hace oír un estruendoso clamor en defensa del medio ambiente, de la fauna yucateca y en especial de aves en peligro de extinción.
Se trata de un peculiar juego de ajedrez de colección, obra de Lorena Olvera, que desde esta semana da lustre a una de las vitrinas del centro comercial «Plaza Diamante» (contra esquina del Zócalo de Mérida). Como moscas a la miel, niños y jovenes se concentran ante el escaparate que contiene la diminuta obra: no alcanza ni los 20 centímetros la palestra cuadriculada en la que, como dijera Jorge Luis Borges en inolvidable poema, «se odian dos colores».
La mayoría de las aves son endémicas de la Península de Yucatán, pero también hay migratorias. Un colibrí canelo ocupa la casilla del rey en uno de los bandos en pugna, apoyado a su izquierda por el toh, especie emblemática de la región, que es uno de los grandes atractivos visuales en el turismo de avistamiento de aves.
El vistoso tucán pico de canoa personifica a las torres, el halcón esmerejón ocupa el lugar de los caballos y el martín pescador da vida a los alfiles. Como peones, el alma del ajedrez como dijera el inmortal Filidor, aparecen calandrias.
Un flamenco rosa encabeza el ejército rival, donde la dama, la pieza más poderosa sobre el tablero, es la garza bueyera. El tucancillo collerejo hace las veces de torre, codo con codo con el cardenal, cuyo canto parece oírse desde el escaque que ocupan los corceles en la posición inicial. El papamoscas es el alfil y la chara yucateca da vida a la infantería, o sea la peonada.