En Yucatán para quedarse en un pueblo tienes que ser muy creativo para sobrevivir
“Ante la carestía de todo, para sobrevivir apoyo a mi madre en la venta de panuchos y salbutes, y en mis ratos libres de sacristán elaboro piñatas e hilo contado”, dice José Alfredo Aké Poot.
Sacristán desde hace 11 años, Alfredo se interesó desde muy joven en las actividades de comunidad. Le apasiona la cultura maya, conocerla más. “Todo lo que veo publicado sobre estos temas que engrandezca nuestros orígenes me es de interés”, afirma.
Alfredo es muy risueño, y mientras trabaja en sus piñatas nos habla de sus vivencias. Hace más de cuatro años en que empezó a manufacturarlas. “De inicio lo hacía solo para las celebraciones familiares, pero conforme fui adquiriendo destreza ahora los elaboro para venderlos al pueblo”.
“Lleva su tiempo elaborarlas y se requiere paciencia, sobre todo. En mi caso estoy en diversas actividades, pero me fascina hacer piñatas”, confiesa. Cada piñata cuesta 150 pesos, pero esto puede variar según el tamaño y el diseño.
“Cuando uno desea quedarse en el pueblo, uno tiene que buscar diversas alternativas para sobrevivir. Me gusta la tranquilidad y me gusta este pueblo. Aquí hay gente muy trabajadora, y de verdad amo mi pueblo como tal. Tiene un pasado hermoso y somos descendientes de los antiguos mayas”, dice Alfredo, quien solo pudo terminar su preparatoria por la falta de dinero.
Alfredo, hoy de 41 años, es sacristán en la iglesia de Peto donde pasa la mayor parte de su tiempo. “Tengo 11 años trabajando en la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción y colaboro en las diversas actividades que promuevan esos valores comunitarios. Sobre todo, sembrar en nuestra niñez la conciencia de la importancia de la amistad, el amor, la solidaridad, entre tantos valores que tenemos como comunidad”, abundó.
Trae a la memoria cómo elaboró el escudo de Peto. “A mediados de 2002 me enteré de que había un concurso organizado por las autoridades municipales. De inicio no me interesó, y fue hasta el último momento en que decidí participar. Fue así que hice el boceto. Mientras dibujaba fui recordando los pasajes históricos del pueblo. Mi intención era que quien lo viera, en unos cuantos segundos conociera la historia de Peto”, explicó.
“Decidí que en la imagen sobresalga el elote (maíz), como poderoso símbolo de estos pueblos mayas y que se relaciona con la alimentación, la economía y el significado que tiene para la cultura maya.
“Debajo de ese elote hay un libro abierto que representa oportunidades para que las nuevas generaciones se preparen en diversas ramas del conocimiento, sin perder su historia e identidad, y que todos tengamos claro lo que significa la palabra en Peto en maya: Pet-Uj.
“El trabajo que hice resultó ganador, y aquí en la casa tengo una copia y es mi tesoro; y con lo que plasmé en el escudo dejo un buen recuerdo a mi pueblo y quienes vivimos aquí. Debemos conocer parte de nuestra historia y luchar para que cada día seamos mejores, y nuestra comunidad sea prospera”, remarcó.
En el escudo también “consideré esos tiempos en que fue fundado, que fue en 1549 o del que se tiene registro de los primeros asentamientos en estas tierras. Dentro del maíz sobresale la silueta de la iglesia, como el templo sagrado del pueblo, en cuyo interior se encuentra la imagen de la Virgen de la Estrella.
“Dentro del mismo elote se encuentra plasmada la Luna, que alude al nombre de Peto, cuyo significado en maya es ‘el lugar del halo o de la corona lunar’, que fue descrito en la parte superior del escudo”.
En el escudo sobresale la figura de un árbol. “Efectivamente, y es el árbol del chico zapote, de donde se saca el chicle y recuerda esos tiempos de bonanza en Peto”.
Alfredo abunda que en el otro lado del elote se observa la silueta del palacio municipal, que es el espacio de la toma de decisiones y de interés para el pueblo, y que durante la Guerra de Castas se le llamó El cuartel. “Mi idea es que quien viera el escudo conociera un poco de nuestra historia como pueblo, por eso es que incluí en el último momento los rieles del ferrocarril, pues hasta hace algunas décadas fue un importante medio de transporte para la región”.
Alfredo Aké da un mensaje a la comunidad de la cual muchos han emigrado en las últimas décadas en busca de trabajo. “Hay que estar unidos para que nuestro pueblo no sea referencia de esos malos momentos, sino de un pueblo donde entre todos se apoyan y con grandes oportunidades en sus vidas”.
Los padres de Alfredo son Victoriano Aké Cohuo (fallecido), su madre Teodocia Poot Ku y su esposa, María Filomena Dzul Yerves.